Wednesday, September 26, 2012

Las mil y una noches y Cien años de soledad: falsas presencias e influencias definitivas.


Nicasio Urbina, University of Cincinnati

Introducción


Una de las funciones tradicionales de la crítica literaria es explorar la red de influencias y fuentes que se establece entre diferentes obras literarias. Este tipo de estudio se basa en el criterio subyacente de que la literatura es un sistema de estructuras interrelacionadas, y que ninguna obra está exenta de la influencia, consciente o inconsciente, que una obra en parti­cular puede tener sobre un libro, un período o un determinado segmento del espectrum literario. En esta nota me propongo discutir la influencia que Las mil y una noches y la literatura árabe oral han ejercido en la obra de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

La relación intertextual que propongo como objeto de este estudio parece a todas luces evidente. Las mil y una noches es, como varios críticos han anotado, un pre-texto de Cien años de soledad, ya que forma parte del material narrativo que sostiene el sistema literario propuesto implícita y explícitamente en la obra. García Márquez personalmente ha comentado sobre la in­fluencia que Las mil y una noches tuvo en su formación literaria, y numerosos críticos se han dado prisa en corroborar el dato y mostrar las pruebas fehacientes de dicha influencia. Pero un estudio minucioso del texto y un escrutinio pormenorizado de las colecciones de Las mil y una noches, me han llevado a poner en duda referencias que tradicionalmente hemos aceptado como buenas y valederas, y a poner en tela de jucio la presencia misma de Las mil y una noches en Cien años de soledad. Esto cobra aún más validez cuando se le considera a la luz de la concepción de la obra como máquina de juego e ilusión, y especialmente consideran­do el gusto de García Márquez por poner pistas falsas y reírse abiertamente del lector y del crítico.

Análisis textual. Texto y subtexto. Las mil y una noches.

La presencia de Las mil y una noches en Cien años de soledad se hace evidente hacia la mitad de la novela. En la sección déci­ma el narrador relata la escena cuando Aureliano Segundo consi­guió que Ursula le permitiera abrir el cuarto de Melquíades. Este se había mantenido limpio e intacto desde el día de la muer­te del gitano, por eso, cuando Ursula llegó,

"con un cubo de agua y una esco­ba para lavar los pisos, no tuvo nada que hacer. Aure­liano Se­gundo estaba abs­traído en la lectu­ra de un libro. Aunque carecía de pastas y el título no aparecía por ninguna parte, el niño gozaba con la historia de una mujer que se sentaba a la mesa y sólo comía granos de arroz que prendía con alfileres, y con la historia del pescador que le pidió pres­tado a su vecino un plomo para su red y el pescado con que lo recompensó más tarde tenía un diamante en el estómago, y con la lámpara que satisfacía los deseos y las alfom­bras que vola­ban."(261)[i]

Aureliano Babilonia, el penúltimo de la estirpe, será tam­bién un ávido lector de este libro. Al empezar la sección die­ciocho dice el narrador:

"Aureliano no abandonó por mucho tiempo el cuarto de Melquíades. Se aprendió de memoria las leyendas fan­tásticas del libro descua­dernado, la sínte­sis de los estudios de Hermann, el tullido; los apuntes sobre las ciencias demonoló­gicas, las claves de la piedra filoso­fal, las centurias de Nos­tradamus y sus investigaciones sobre la peste, de modo que llegó a la adolescencia sin saber nada de su tiempo, pero con los cono­cimientos básicos del hombre medieval."(429)

Todo lector medianamente informado, inmediatamente relaciona estos pasaje con Las mil y una noches, tal y como lo confirma la nota de Jacques Joset a su edición de la obra:


"El libro que lee Aureliano Segundo es Las mil y una noches, según lo confiesa el propio GGM en su entrevis­ta a E. Schoó, cuyos cuentos han tenido una influencia decisiva en su formación literaria." (261, nota 8).

En realidad Joset cita a Schoó a través de Vargas Llosa, en His­toria de un deicidio y no por medio del original. Vargas Llosa cita:

"Tal vez su historia [la de García Márquez] debería empezar a partir de la rampa de lanzamiento que fueron las historias de la abuela, con la lectura de Las mil y una noches, con la que le ocurrió lo mismo que a su perso­naje Aureliano Segundo..."(183)[ii]

Con esto no se puede confirmar que el libro que lee Aureliano Segundo sea, en efecto, una edición de Las mil y una noches. La referencia es válida únicamente para demostrar la influencia de Las mil y una noches en la formación literaria de García Márquez. Esta influencia sí la corrobora el autor en la carta reproducida por Germán Vargas en Encuentro Liberal, (22 de abril de 1967; 1: 22) citada por el mismo Vargas Llosa:

"Estas son las influencias que considero importantes en mis nove­las: del punto de vista técnico, Virginia Woolf, William Faulkner, Franz Kafka, Ernest Hemingway. Del punto de vista literario, Las mil y una noches, que fue el primer libro que leí a la edad de siete años; Sófocles y mis abuelos mater­nos."(181)

Vargas Llosa matiza cuidadosamente la cita de Schoó diciendo: "A Schoó le dio a entender que su vida literaria había comenzado, tal vez, con esos cuentos."(183) [El énfasis es mío.]

Si me extiendo en esta discusión es porque considero capital elucidar la identidad del texto que se encuentra en Cien años de soledad. Como bien apunta Vargas Llosa:

"En la carta citada dice que es el primer libro que conoció «a la edad de siete años», y esto indica clara­mente que no leyó la versión completa (traducida por Blasco Ibañez del texto francés de Dr. Madrus) sino alguna de las adaptaciones infanti­les."(182-183)

Efectivamente, es bastante improbable que García Márquez haya leído, a los siete años, las casi dos mil páginas del original de Las mil y una noches. Por otro lado, como me propongo demostrar a continuación, las referencias que hace el autor en relación a la lectura de Aureliano Segundo son de dudosa procedencia.

"La historia de una mujer que se sentaba a la mesa y sólo comía granos de arroz que prendía con alfileres" no está regis­trada en ninguna de las ediciones completas de Las mil y una noches que he consultado. Tampoco es posible documentar "la his­toria de un pescador que le pidió prestado a su vecino un plomo para su red y el pescado con que lo recompensó más tarde tenía un diamante en el estómago." En Las mil y una noches hay varias historias de pescadores, pero ninguna relata una historia como ésta. La "Historia del pescador y el efrit"(I: 33-39)[iii] relata la historia del pescador que sólo echaba la red cuatro veces al día, y un día, en su cuarto intento, sacó un jarrón de cobre dorado en el que se encontraba un efrit que después de un altercado le dio cuatro peces de cuatro colores diferentes. Richard Burton con­signa la historia de "Khalifah the Fisherman of Bagdad," que relata la historia del pescador que en lugar de pescados sacó tres monos del agua (8: 145)[iv] En suma, ninguna de las historia de pescadores refleja la historia mencionada por García Márquez.


En cuanto a "la lámpara que satisfacía los deseos" es preci­so notar que a pesar de lo que comúnmente se cree, éstas no son muy comunes en las historias de Las mil y una noches. Su visibi­lidad viene de la "Historia de Aladino y la lámpara maravillosa," que en rigor, no forma parte del manuscrito de El Cairo, sino que aparece en la traducción de Galland cuyo primer volumen apareció en 1704. Burton, afirma Borges, buscó incansablemente el origi­nal árabe sin poder dar con él, pero aún así la mantuvo en su edición inglesa.[v] Lane la incluye en su traducción bajo el títu­lo "Story of Alla Ad Deen; or, The Wonderful Lamp,"(IV: 20-139), lo que comporta una arabización del texto francés. Irónicamente, los cuentos más famosos de Las mil y una noches son apócrifos: "Alí Baba y los cuarenta ladrones" y "Los viajes de Simbad," tampoco forman parte de los ciclos originales de Las mil y una noches. En rigor no se puede hablar de autoría en una obra co­lectiva como Las mil y una noches, pero no deja de ser peculiar que estas historias hayan surgido primero en la versiones occi­dentales, para luego pasar a engrosar el caudal de las coleccio­nes orientales.

En forma análoga "las alfombras que volaban" no son tampoco plurales en Las mil y una noches. Estas aparecen en Cien años de soledad con la segunda llegada de los gitanos nuevos.

"Esta vez, entre muchos otros juegos de artificio, llevaban una estera voladora. Pero no la ofrecieron como un aporte fundamental al desarrollo del transpor­te, sino como un objeto de recreo. La gente, desde luego, de­senterró sus últimos pedacitos de oro para disfrutar de un vuelo fugaz sobre las casas de la aldea."(104)

En Las mil y una noches la alfombra voladora aparece en "La ciu­dad de Azofar" que tanto Burton como Lane traducen como "The Story of the City of Brass," y abarca las noches 566 a 578. En esta historia el efrit Dahish, encerrado en una columna por Salo­món, le cuenta al emir Musa y sus hombres cómo el rey Salomón dio orden a su visir Asaf ben Berkhiya, quien

"levó un ejército de un millar de millares de hombres o más. A todos los per­trechó con armas y armaduras y montando en la alfombra con toda su hueste voló por los aires, en tanto que las bestias iban por debajo de él.."(188)[vi]

También se encuentra la alfombra voladora en la historia de "Ah Med y el hada Pari-Banú," que el príncipe Hisain compró de un mercader en Bisnagar.[vii] Aparte de estos pocos casos las alfombras voladoras brillan por su ausencia en las historias de Las mil y una noches.

La discusión que he sostenido hasta el momento me lleva a considerar las siguientes posibilidades: a) La obra que lee Aure­liano Segundo no es Las mil y una noches. b) García Márquez for­mula su alusión a la famosa colección de cuentos, más por la percepción popular que se tiene de dicha obra que por una lectura concienzuda del texto. c) El autor le plantea al lector otra alusión falsa, otra "cáscara" para que el lector (y en particular el crítico) resbale y se desvíe por un camino erróneo. Contrario a lo que una mente estrictamente lógica podría pensar, estas posibilidades no son mutuamente excluyentes sino recíprocamente inclusivas. En rigor la obra que se encuentra en el cuarto de Melquíades no es ninguna edición particular de Las mil y una noches, pero es una especie de prototipo de la misma. Como tal, ésta contiene no sólo las historias que se pueden leer en cual­quiera de las ediciones que circulan, sino también la percepción que el público en general tiene de las mismas. A la vez, García Márquez, en consecuencia con una técnica familiar para cualquier lector avisado de Cien años de soledad, ha propuesto una referen­cia engañosa y alusiva, que ha llevado a innumerables críticos a aceptar, sin ponerlo en tela de juicio, que la obra en cuestión es, efectivamente, Las mil y una noches. Una vez resuelto el problema del subtexto de Cien años de soledad, quiero pasar a discutir en la nota siguiente las deudas de esta obra para con los cuentos de Las mil y una noches, ya que considero que éstas van más allá de su pre­sencia explícita en el texto, y que como demostraré, las similitudes, concordancias y analogías entre ambos textos, son tan numerosas y extensas, que es imposible ignorar su importancia.

[i]. Esta y todas las citas de Cien años de soledad vienen de la edición de Jacques Joset. Madrid: Cátedra, 1984. Paginación entre paréntesis en el texto.

[ii]. Mario Vargas Llosa, García Márquez: Historia de un deicidio. Barcelona: Seix Barral, 1971. Todas las citas vienen de esta edición, con paginación anotada en el texto.

[iii]. Las mil y una noches. Traducción de León-Ignacio. Barcelona: Ediciones 29, 1985. 3era. edición. 2 vols.

[iv]. The Arabian Nights or Book of the Thousand Nights and a Night. Plain and Literary translation by Richard F. Burton. London: Burton Club for Private Subscribers. Esta es una edición limitada a 1000 ejemplares en 10 volúmenes, editada entre 1885 y 1886. Seguida de 6 volúmenes suplementarios editados entre 1887 y 1888.

[v]. Véase Jorge Luis Borges, Siete noches. México: Fondo de Cultura Económica, 1980. p. 72.

[vi]. Esta historia no consta en la traducción de León-Ignacio, pero la traslada al español Jesús Cabanillas, a partir de la edición de Burton (aunque omite revelar la fuente), publicada por Franco Maria Ricci. Madrid: Ediciones Siruela, 1985. pp. 163-228. Editado con una introducción de Jorge Luis Borges, que no es más que un fragmento de la conferencia recogida en Siete noches. Op. cit.

[vii]. Esta historia tampoco la registra la versión de León-Ignacio, pero aparece en la edición de Lane bajo el título "The Story of Prince Ahmed, and the Fairy Perie Banou" The Arabian Nights Entertainments. London: J. C. Nimmo and Bain, 1883. vol. 4. pp. 292-354. La versión española puede consultarse en la edición de Bruno Bettelheim, Los cuentos de las mil y una noches. Barcelona: Editorial Crítica, 1980. pp. 129-211; en traducción de Esther Benitez del original francés de Galland.

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